Tuve el privilegio de acompañar a Mariano desde el inicio de su gestión al frente de la Dirección Nacional. Para los que formábamos parte del Ministerio de Justicia, se trataba de un funcionario nuevo que arribaba a un área muy complicada de gestionar. Al poco tiempo de conocerlo advertimos su gran capacidad para formar equipos de trabajo que se sentían reconocidos y, a la vez, entusiasmados por las innovadoras propuestas de reformas que nos planteaba.
Supo amalgamar los funcionarios que ya se desempeñaban en la Dirección con los nuevos que se incorporaron como consecuencia de la Ley Convenio. Su trato cordial y respetuoso generó un clima de convivencia y compañerismo que, al cabo de los años, permitió que se generaran lazos de amistad y compromiso que aún perduran.
Su gran visión y capacidad de gestión lograron introducir cambios que significaron un invalorable avance en el área de la Dirección Nacional y también en todo el Ministerio. La Ley de Entes Cooperadores significó un hito relevante para el beneficio de la Dirección y el mejoramiento de toda el área Ministerial en general. Esa ley y el desarrollo e implementación de la informatización del área registral serán recordados como los principales legados de su gestión.
Pero, más allá de estos logros perdurables, lo que nos deja a los que tuvimos la suerte de compartir sus años de gestión es su gran calidad humana y sensibilidad para transmitir y hacernos sentir parte de su proyecto.